lunes, junio 14, 2010

DESPEDIDA A LOS NUEVOS DOCTORES,AÑO 2010.,POR EL PROFESOR D.JOSE MARIA RUBIO RUBIO


El Prof. D. José Maria Rubio Rubio es Profesor Titular,médico,internista,alumno(porque siempre quiere aprender),escritor,poeta,ético,bético supporter,abuelo en activo,alcalareño de ejercicio,pregonero,belenista...... en fin que como Miguel Angel no solo hace una cosa,hace muchas y bien y entre ellas el speech que expresó a los estudiantes de sexto curso que tras seis años en la Universidad son ni más ni menos que ¡médicos!.
Transcribimos integras sus palabras lo cual es un honor para la redacción de este blog.
Estas son:

FACULTAD DE MEDICINA DE SEVILLA

DESPEDIDA DE LOS ALUMNOS DE SEXTO CURSO

Queridos amigos. Aunque no se haya acostumbrado aún la mirada, permitidme que ya os diga compañeros

Hace seis años la Facultad de Medicina recogió las expectativas de un grupo de estudiantes distinguidos, de la máxima calificación del examen de selectividad, que deseábais ser médicos. Durante estos seis años la Facultad, todos sus miembros, hemos trabajado juntos por completar en vosotros el compromiso educativo que la sociedad nos tiene encomendado procurando ser fieles en todo momento a la memoria y a la actualidad de la profesión que habéis escogido y pensando siempre en el futuro.

En estos seis años habéis experimentado vaivenes más o menos intensos en vuestras expectativas, vuestra vocación se ha ido perfilando conforme conocíais mejor el mundo el mundo de la salud. Entre las sorpresas de lo no esperado, las alegrías y algún que otro desencanto habéis llegado al final. Han sido muchas las dificultades pero ahora os sentís firmes y seguros en lo que de verdad queríais, habéis dado felizmente el primer paso tal vez el más decisivo hasta ahora de vuestra vida. Ya sois médicos y os sentís con toda razón orgullosos y reconfortados de tanto esfuerzo como os ha costado llegar hasta aquí.

La sociedad también cambia y sus expectativas sobre nuestra profesión; por eso le pide a sus universidades y a sus facultades de medicina un ejercicio de permanente renovación al hilo de sus necesidades y de sus deseos. El final de toda graduación es un buen momento para hacernos esta consideración y en la fidelidad al encargo recibido, devolver a la sociedad, con la satisfacción del deber cumplido, el grupo humano que un día recibimos hoy ya licenciados y dispuestos para el servicio a la salud conforme los deseos y las necesidades de la sociedad.

No me gusta el nombre de despedida para este acto. La Facultad no es lugar de paso; los años de estudiante marcan de manera indeleble nuestra vida y eso es algo de lo que tal vez ahora no os dais cuenta pero que el tiempo se encargará, cada día con más insistencia, de recordar. Yo que en los últimos años he aprendido a compartir adioses y bienvenidas en la universidad, he aprendido aquí que el tiempo pasa y se queda. Vosotros sois ahora el último eslabón de una cadena que según la historia pudo tener un principio pro a la que no se le ve el final.

Por eso no me despido de vosotros, os dejo mis palabras que son de vuestra facultad esperando una respuesta que sois libres de hacer cuando os parezca y no es necesaria siquiera la conversación, nos sobra con el recuerdo. Con él nos daremos por bien pagados.

Mis palabras que son cuatro y la primera el RECONOCIMIENTO. Con la graduación adquirís un título y un reconocimiento. Se os comienza a poner “cara de médico” y habrá hasta quien os lo dirá. Pero más allá de la anécdota está claro que en cada uno de vosotros ya se vislumbran los rasgos por los que seréis reconocidos profesionalmente. Ya se anuncian, tenéis gestos de conocimiento y calidades y habilidades técnicas aprendidas y sobre todo una alta dosis de humanidad. Quienes os quieren y os esperan ya ven en vosotros el talante del buen médico. Y es que ya sois médicos y eso es ya para todos los días. ¡Como pasa el tiempo! Si parece que fue ayer mismo cuando entrasteis en la Sala de disección con cara de novatos. Pues sabed una cosa compañeros. En el día a día de cada profesión todos somos novatos. Aún os queda mucho camino por andar. El proceso de diferenciación apenas ha comenzado. Quedan todavía muchos órganos por conformar y muchas funciones que adquirir, sin ir más lejos: la especialización necesaria, la investigación deseable, la renovación constante y la purificación obligada, el cuidado diario de los pilares de todo buen médico: la sabiduría, la calidad humana, el respeto y la justicia. A nuestra Facultad la reconocerán en vosotros, en su capacidad de haber sabido extraer lo mejor de cada uno; de haber sacado el mayor fruto de la cosecha sin perder lo mejor sembrado, de recuperar todo lo posible después de haber intentado razonablemente lo imposible. Por cada uno de vosotros seremos nosotros también examinados en confianza y en excelencia.

La segunda palabra es AGRADECIMIENTO que debe ser mutuo si brota de verdad del corazón. Reconforta el encuentro tras los años con quienes se acuerdan de ti y te saludan felizmente. Yo nunca olvidaré a quienes hicieron posible mis estudios, a mis maestros y no he perdido ocasión para manifestarlo.

Para ser médico, como para todo en la vida, necesitamos maestros. Yo he tenido la suerte de tener muchos y muy buenos maestros. Algunos de mi infancia y adolescencia en Alcalá aún viven, casi centenarios, con nosotros. Otros fueron dejando a lo largo mi carrera su impronta particular, su carácter y su enseñanza. Hubo de todo: rigurosos y benevolentes, simpáticos y antipáticos, amables y fríos, sabios y menos sabios, buenos y no tan buenos profesores a los que debo en gran parte lo que soy. También he aprendido muchas y muy importantes enseñanzas de mis compañeros: la primera la amistad, virtud sin la cual ni se es médico ni se es persona. De mis compañeros aprendí bastante del arte de estudiar y trabajar en equipo, asignaturas obligadas para todo el que quiera ejercer la medicina, y también de su experiencia, especialmente de mis compañeros sanitarios de las guardias en el ambulatorio de Alcalá, médicos y no médicos, celadores y gente buena que serán siempre mis amigos, enfermeros que antes se llamaban practicantes y cuyo recuerdo aún me estremece por tanto como les debo a sus consejos y a su bien hacer. Pero mis principales maestros han sido y siguen siendo los enfermos.

Quien no se deje enseñar por los enfermos, nadie que no ponga en práctica lo que los enfermos continuamente nos están enseñando puede ejercer con nobleza la medicina. A ellos les debemos lo más importante, aquello por lo que vale y merece la pena ser médico. De ellos aprendemos el arte de la empatía y en su enfermedad encontramos la fuerza que mueve nuestra compasión. En los libros, en los laboratorios y en las clínicas está el primer saber, el que nos apasiona. De los sabios y de los profesores recibimos el consejo y la experiencia. Pero la medicina por encima de todo es encuentro y amistad y hasta ahí sólo se llega contemplando, escuchando y aprendiendo día a día de tus enfermos.

Igual que el médico debe estar siempre agradecido a sus enfermos, el profesor debe estarlo a sus alumnos. Los estudiantes dan sentido a nuestra profesión y a lo que hacemos, a nuestra vida vocacionada y realizada, más allá del triunfo profesional o el lustre de la ciencia. El agradecimiento siempre es mutuo. Nos necesitamos constantemente los unos a los otros: el alumno al profesor y el profesor al alumno, el enfermo al médico y el médico al enfermo. Nadie es totalmente sabio ni en absoluto ignorante como nunca llegamos a estar irremediablemente enfermos. Siempre queda algo que alentar, un resto de salud que bien cuidado puede llegar a dar sentido a toda una vida.

La tercera palabra es RECAPITULACIÓN. Termináis un capítulo y empieza otro. Es el momento de resumir lo aprendido, de recapitular. Con la recapitulación vamos escribiendo tranco a tranco el libro de nuestra vida. Termina un acto pero el argumento continúa. En la recapitulación repasamos todo lo vivido al tiempo que abrimos el camino de lo que aún nos queda por vivir. Termináis el capítulo de un libro inacabado pues está claro que el siguiente, el capítulo el MIR siguiendo el hilo del que acabáis de abandonar.

Aprended de la experiencia y seguid siempre abiertos al futuro. No dejéis nunca de ser jóvenes. Nunca se es demasiado viejo para aprender como nunca se es demasiado joven para enseñar. De vosotros aprendimos muchas cosas los profesores, especialmente a ser mejores. Como el clínico aprende del enfermo a ser mejor clínico y todos aprendemos de todos en el arte de vivir. Comenzamos el Grado sobre los surcos de lo vivido. Ya nada sería igual, pero tampoco diferente. Lo esencial no cambia y eso es lo importante. En la vida no perdáis nunca de vista lo esencial, lo que le da sentido; aquello por lo que luchamos y vivimos y que hemos escogido como profesión.

Y la última palabra es, perdonadme si me paso de tiempo y de palabra, RECOMENDACIÓN. Sois médicos para humanizar la vida; para hacerla posible en todas las circunstancias, para que la enfermedad no sea obstáculo para ningún proyecto de vida. Ya sabéis como intentarlo. Os falta aprender a hacerlo y hacerlo bien.

De todos los días que aquí habéis pasado os pido que conservéis el tesoro de la sabiduría, huesped de la alegría, amiga de la prudencia y hermana de la reflexión. Aunque todos nos debemos a todos aprended a ser sabios por vosotros mismos pero con la humildad de sabernos siempre necesitados de los demás. Como está recogido en el viejo aforismo del salón de grados no se trata se saber mucho sino de saber bien. Que nunca os falten las virtudes de la prudencia, la alegría y la humildad. Con ciencia, prudencia y paciencia todo se alcanza. Y sobre todo no olvidéis nunca que sois médicos. Poned calor humano en todo lo que hagáis.

Jose María Rubio Rubio. 2 de Junio de 2010